Photo Credit: By @JFC via Twenty20

La felicidad no tiene una definición específica. Se puede escuchar a muchos hombres, por ejemplo, decir en broma que la felicidad es vivir como el difunto Hugh Hefner, el dueño de la revista Playboy, con una gran cantidad de chicas en una hermosa mansión y estar en una fiesta sin fin. Por otro lado, muchas chicas dicen que la felicidad es estar en un centro comercial y tener una tarjeta de crédito ilimitada. Esos ejemplos son, por supuesto, solo estereotipos divertidos, pero, al final, la felicidad parece ser un concepto muy difícil de definir.

Cada persona es como un mundo diferente, según la sabiduría popular. A algunas les gustan los deportes, a otras les gusta la música, a otras les gusta ser competitivas, otras prefieren vivir solas y otras necesitan mucha gente alrededor. Pero el hecho es que, cuando piensas en algo como “ganaré un millón de dólares y luego seré feliz”, obtienes ese millón y ves que, después de un tiempo, la satisfacción desaparece y surgen nuevas formas de ansiedad. Ese fenómeno se conoce como “habituación”, y consiste en una pérdida de interés en algo, una vez que lo tienes. Entonces se puede pensar que la felicidad está totalmente relacionada con la satisfacción de las necesidades y el disfrute de los gustos, pero todos tenemos momentos en los que nos hartamos de nuestros deportes, música, comportamientos, formas de vida o incluso paisajes favoritos. La variedad, de hecho, parece ser crucial para el placer, como suele decirse.

También existe una condición llamada “anhedonia”, que significa falta de capacidad para sentir placer y, por supuesto, puede ser tratada por psiquiatras y psicólogos. Pero la felicidad no es necesariamente tener sentimientos agradables todo el tiempo. De hecho, la felicidad no es necesariamente un sentimiento de satisfacción sin fin. Nuestras experiencias en la vida se mueven entre momentos tristes y felices, difíciles y fáciles, debilidad y fortaleza, aburrimiento y alegría, odio y amor, etc. Según esto, la felicidad puede ser temporal y los momentos infelices nos ayudan a apreciar esos momentos felices.

Algunos dicen que la perfección es enemiga de lo bueno. Realmente suena razonable, los seres humanos parecemos necesitar imperfecciones para tener ese sentimiento de desafío que nos lleva a esforzarnos y tener ilusiones. Al lograr esas ilusiones, obtenemos felicidad (durante algún tiempo) y luego comienza un nuevo ciclo de habituación y la búsqueda de una nueva ilusión. Y esas ilusiones, a pesar de que las vemos comúnmente representadas en propiedades, belleza y la idea popular de éxito, son absolutamente individuales, y seguramente muy distintas a todo eso. La felicidad, al final, es aprender a aceptarse a uno mismo, independientemente de lo que los demás piensen o digan, en cada momento -mal o bueno- de tu vida, y ser consciente de que los tiempos difíciles y fáciles se pueden disfrutar en su totalidad.